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El sistema financiero en Colombia está diseñado para la gente rica que vive en las ciudades, pero no funciona para personas como nostros.

M i nombre es Rubén Darío Jaramillo. La mayor parte de mi vida, viví en medio de la guerra civil más larga del continente americano. Fui un combatiente guerrillero por 34 años, hasta que nuestra comandancia y el gobierno nacional se pusieron de acuerdo y firmaron un cese al fuego, en septiembre de 2016, que puso fin a más de cinco décadas de conflicto armado.

 

Tras un largo y complicado proceso de paz, más de 13,000 combatientes entregamos las armas y comenzamos la transición hacia la vida civil, en 24 zonas de ‘Capacitación y Reintegración’ designadas por el gobierno a lo largo y ancho del territorio nacional. Junto con un grupo de 250 ex-guerrilleros farianos, yo me establecí en un campamento de transición cerca de Icononzo, un pueblo en la región central de Colombia.

 

La cooperativa cervecera de Rubén en Icononzo, Colombia. Crédito: Ramón Campos Iriarte
La cooperativa cervecera de Rubén en Icononzo, Colombia. Crédito: Ramón Campos Iriarte

 

Pero nunca dejamos a un lado nuestros ideales de justicia social que motivó el alzamiento de las FARC; simplemente comprendimos que llegamos a un empate técnico en el campo de batalla, y que la guerra no iba a llevarnos a ningún lado.

Para sobrevivir durante la guerra, era indispensable tener poco contacto con el mundo exterior: no teníamos teléfonos celulares, rara vez salíamos a las ciudades, y no necesitábamos usar dinero, porque nuestras necesidades básicas las cubría las FARC. Cuando nos desarmamos, todo esto empezó a cambiar rápidamente. Por ejemplo, tuvimos que comenzar a ocuparnos de nuestras finanzas personales, aprender de herramientas tecnológicas cómo WhatsApp y Facebook, recargar nuestros celulares, y utilizar cajeros automáticos. Pero nunca dejamos a un lado nuestros ideales de justicia social que motivó el alzamiento de las FARC; simplemente comprendimos que llegamos a un empate técnico en el campo de batalla, y que la guerra no iba a llevarnos a ningún lado.

Como parte del tratado de paz, el gobierno se comprometió a subsidiar un estipendio mensual —el 90% de un salario mínimo, durante ocho años— para todos los excombatientes que permanezcan en el proceso. Esto, con miras a fomentar el ahorro y un nuevo comienzo para nosotros en un país más pacífico. Para muchos de los que vivimos en areas rurales remotas, este estipendio no es suficiente, principalmente porque el gobierno lo deposita en nuestras nuevas cuentas bancarias, a las cuales solo podemos acceder tras emprender un largo y costoso viaje a la sucursal bancaria más cercana. El sistema financiero en Colombia está diseñado para la gente rica que vive en las ciudades, pero no funciona para personas como nostros.

 

Rubén Darío Jaramillo. Crédito: Ramón Campos Iriarte
Rubén Darío Jaramillo. Crédito: Ramón Campos Iriarte

 

Sin embargo, cuando la frustración colmaba el ánimo, un compañero nos propuso la idea de crear una pequeña fabrica de cerveza artesanal.

Al enfrentarnos a esta incertidumbre financiera, un puñado de camaradas y yo decidimos fundar una cooperativa, invertir colectivamente el dinero que nos da el gobierno, y comenzar a trabajar en ideas de negocio. Trabajamos duro en varios proyectos, principalmente de agricultura y ganadería, pero nos encontramos con que es extremadamente difícil para los pequeños productores volverse competitivos bajo las leyes de libre mercado que rigen la economía en Colombia.

 

Sin embargo, cuando la frustración colmaba el ánimo, un compañero nos propuso la idea de crear una pequeña fabrica de cerveza artesanal. ¡A todo el mundo le gusta la cerveza! ¿verdad? Así que decidimos intentarlo, y comenzamos con una operación rudimentaria. Producimos los primeros litros de ‘La Roja’ y los distribuimos entre nuestros amigos. Luego, un post de Facebook sobre nuestro emprendimiento se volvió viral, y comenzamos a recibir pedidos de bares de todo el país.

 

La cerveza La Roja, elaborada por Rubén y sus colegas en la cooperativa Icononzo. Crédito: Ramón Campos Iriarte
La cerveza La Roja, elaborada por Rubén y sus colegas en la cooperativa Icononzo. Crédito: Ramón Campos Iriarte

 

Hoy en día, tan solo unos meses después de haber fabricado la primera cerveza, nuestra cooperativa ya tiene 25 miembros, y hemos seguido aprendiendo de cerveceros expertos para continuar mejorando nuestra técnica y control de calidad. Nuestro producto ya es reconocido por muchos, pero desafortunadamente solo podemos suplir un porcentaje pequeño de los pedidos que recibimos. Nuestra capacidad máxima de producción es de 1.200 litros cada 20 días, e incrementar la escala de la planta requeriría una inversion de por lo menos $100.000 dólares. Dado que ninguno de nosotros tiene vida crediticia, nos ha sido imposible acceder a un préstamo o una linea de crédito con una institución bancaria.

 

En todo caso, sin importar las barreras, nosotros seguimos viendo éste proyecto como la mejor vía para volvernos económicamente independientes, tanto de manera individual como colectiva. Personalmente, estoy muy orgulloso de lo que hemos logrado con La Roja.

 

Rubén llevando cajas de cerveza La Roja en Icononzo. Crédito: Ramón Campos Iriarte
Rubén llevando cajas de cerveza La Roja en Icononzo. Crédito: Ramón Campos Iriarte

 

Ramón Campos Iriarte es periodista, productor y cineasta con experiencia en fotografía y periodismo, y una amplia experiencia trabajando en el campo.

Fotografía de Ramón Campos Iriarte.

 

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